90 días

Este blog se subtitula "o cómo vivir el melodrama en la década de los treinta". Y esta década está a 90 días de terminarse. Es un tagline que tendré que cambiar, así como lo cambié hace diez años, aunque hoy ni siquiera me acuerde de cómo era antes, cuando escribía desde mis veintitantos y el blog era verde.

Hay gente que marca estas fechas importantes (los 40 son importantes) (creo) con listas de cosas que han aprendido, de logros, de alegrías... yo no sé si tengo logros o si he aprendido algo más que a no guardar los jitomates en el refri y a que no se me echen a perder las lechugas. Antes tal vez lo hubiera hecho -lo de la lista- era más grandilocuente y me relataba a mí misma todo el tiempo. Pero antes no tenía la edad que tengo, ni las vergüenzas que he acumulado, ni el óxido a la hora de escribir. Pero sí hay cosas que puedo listar, sólo por no dejar de intentarlo: mucha cocina cotidiana, muchos trabajos diferentes, muchas angustias autoinflingidas, muchos autoregaños, muchos miedos enfrentados y muchos miedos por vencer, como un juego que no se acaba nunca.

Me acerco a los cuarenta inerte, incrédula. Sintiéndome todavía adolescente, como siempre. Sintiendo que siempre me voy a sentir así y que mi edad no concuerda y no concordará nunca con mi actitud, ni con mi estilo de vida, ni con mi corte de pelo. Sobre todo no con mi corte de pelo.
Nunca me he quitado la edad. No lo necesito porque la gente siempre me toma por alguien mucho más joven. Hay un pequeño placer en eso (porque juventud, divino tesoro y todo eso) pero últimamente también me genera angustia. ¿Por qué me ven más joven? ¿es por cómo soy? ¿por cómo no soy? ¿cuando sepan mi verdadera edad se darán cuenta de mi gran inmadurez? ¿debería de vestirme distinto? ¿hablar distinto? ¿asumir más responsabilidades? ¿fumar? ¿casarme?...

En 90 días cumpliré cuarenta años y no sé cómo llamaré a este blog que pasó media década de los treinta casi muriendo y viendo el melodrama diluirse hasta casi desaparecer.



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