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Mostrando las entradas de enero, 2011

Aquí no enseñamos a abrir latas

Rara vez me meto a investigar lo que dicen las estadísticas de las visitas a este blog, así que no me había dado cuenta de que, desde hace ya un buen rato, lo que le da popularidad a mi espacio egocéntrico de quejas y suspiros es aquel viejo post en el que describo cómo me destazo un dedo malabriendo una lata de atún. "Cómo abrir una lata de atún" parece ser una búsqueda común en google, y así, por lo menos 18 personas hambrientas, y tal vez frustradas por no poder acceder al sublime pescado enlatado, han terminado leyendo una atropellada descripción de mi sangriento cocinar. Como mi vanidad no conoce límites, no dejo de preguntarme si será que alguno de ellos habrá leído el post completo y ahora me lee con frecuencia, ¿el destino habrá logrado reunir aquí a una pequeña comunidad de comedores de atún? Realmente espero que no. Y no es que 18 personas harían una gran comunidad, y tampoco es que me moleste que las personas vengan a mi blog... pero ya quisiera poder reunir a una
Estoy otra vez en ese punto tonto en el que hago cosas que por creer que ya hice no hago con ganas. Y ni siquiera sé si ya las hice. Más bien no, pero en fin, es lo mismo. Si pudiera y si supiera cómo, me iría por ahí a 'encontrarme a mi misma' en algún lugar del mundo. Tal vez haciendo algún trabajo exótico o sacrificado, o me volvería junkie que al fin es algo que no hice nunca. Aunque el irme y buscarme por ahí tampoco sirva mucho. Se dice (no sin sonar tarareado) que lo que pasa es que mimisma está siempre donde estoy yo, y que el mundo y los trabajos exóticos no funcionan si de todas formas no me la encuentro cada mañana en el baño o en la cocina. Esa tipa, escurridiza, encima de todo.