8. Los brazos rotos

Debido a mi jardín interior, que, como todos saben, tiene un carácter melodramático, tiendo a hacer una serie de cosas que se pueden calificar como lugares comunes. Llorar en las películas es una de ellas, y querer tener una vida atormentada y apasionante es otra.
Lo de llorar se me da bastante bien, por lo menos cuando se trata de llorar por los dilemas ajenos. Sólo hay que verme ante una película de Almodóvar, o un simple chick-flick. Y no es porque llore mucho, pero sí es que lloro en momentos tristes, con historias épicas de amor trunco y con los simples ratitos lindos, como una escena de un ciego bajando un escalón por primera vez, o la larga escena de abrazos no rotos en la sala de llegadas del aeropuerto de Heathrow.
Lo otro, lo de querer tener una vida atormentada y apasionante es algo menos consistente, pero recurrente. Digamos que me viene y me va de vez en cuando y sólo porque de repente me doy cuenta de que las cosas – o sea, mi vida- tienden a acomodarse de un modo más bien tranquilo y que yo sigo sin gritar, pelearme, romper cosas o querer salir corriendo a los brazos de alguien.
Para ayudar al melodrama, debo confesar que un párrafo de aquella canción de Sabina me puso a pensar en que mi vida dista mucho de ser melodramática, y no es épica en ninguna manera. No sé ni siquiera si realmente quiero eso, pero a veces siento que no vendría mal.

Comentarios

Alvaro dijo…
Mmmm... llorar con películas??? Lo más que he visto han sido ojitos Remi, excepto en "El Club de la Buena Estrella". :)
Unknown dijo…
Es que no te gustan las películas que a mi me gustan

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