...con zapatos de tacón

Alguna vez hablé aquí de mi dificultad para comprar zapatos nuevos. Lo que no recuerdo haber contado es mi extraña afición por los zapatos de tacón, siendo que mi estilo de vestir es más bien, digamos "laid back" y evidentemente antitaconístico.
Lo de la dificultad para comprar zapatos es a tal grado patológica que puedo pasar varios años usando los mismos tenis (día tras día) aunque tengan hoyos en la suela y no sostengan más mi peso, y la verdad es que muchas veces quisiera no usar tenis todo el tiempo, pero no logro encontrar un estilo de zapatos bajos que me gusten y acomoden.
En este dilema entra la cuestión del zapato de tacón. Y es que de un tiempo para acá me dí cuenta que me sientan bien los tacones y no sólo eso, sino que me gusta usarlos, subirme unos cuantos centímetros y caminar, como dice Bronco: con estilo.

Esto debería de ser totalmente aceptable y normal para alguien de mi edad; al final, un cambio de estilo en el vestir no significa nada demasiado importante sino simplemente que se ha cambiado. Sin embargo, para mi, la transición de "niña-que-sólo-usa-tenis-y-se-siente-muy-cool" a "mujer(!!)-que-usa-tacones-y-no-sólo-eso-sino-que-le-gustan" ha sido un poco rasposa y todavía tiene sus jalones de ida y vuelta.
Y es que, como ya debe ser evidente, me empeño en atribuir signos de madurez al tipo calzado que uso, y por eso siento que usar uno u otro me va a colocar de manera inamovible de un lado, negando el otro y lanzando al mundo mensajes sobre una nueva yo que ha dejado atrás todo eso que era representado por los tenis (y aquí se pueden incluir sueños, formas de ver el mundo, actitud hacia la vida, y mil etc.)
Creo que no puedo ilustrar esto mejor de lo que lo hizo mi querido A. con un cuento en el que describía mi dilema eligiendo el calzado para combinar con un bellísimo vestido de cocktail negro con:
a) unas chanclitas de veracruzana insegura (amarillas!!) o
b) unos altísimos zapatos de raso negro, peep toe, allà chica Fellini.

Este diciembre me gasté un dineral en unas botas negras, y sí, son de tacón. Siempre había querido tener unas botas, y llevaba mucho tiempo sin éxito, probándome todo tipo de botas en cualquier zapatería que encontraba a mi paso.
Esta vez mi sentido práctico me decía que debía comprar unas botas de piso porque mi nueva ciudad es imposible de recorrer con tacones, pero por más que lo intenté no encontré nada que me gustara.
Pronto me di cuenta de que todos las botas de tacón se me veían mucho mejor que las de piso, así que decidí no sé por qué razones más, comprarme unas botas con tacón alto, mandando a volar mis burradas y las banquetas lisas de San Cristóbal.
No sé cuándo las voy a usar, pero soy muy feliz con ellas.

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Y entonces Elsa le perdió el miedo a los zapatos y al mundo.

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