De cambios a medias y otras cosas que me hacen sentirme desesperada
Ya volví a cambiarme de ciudad. En el más puro espíritu Erasmus-Mundusiano respeté los límites semestrales de la vida colegial y me vine a la capital -jaja- esta vez a trabajar, o algo así, porque algo así es lo que necesitaba.
Es raro encontrarme tan drásticamente sin tiempo y sin espacio, después de haberlos tenido y desperdiciado tanto en los últimos meses. Ahora estoy aquí, trabajando de 9 a 7, casi sin ver la luz del día metida en una oficina de gobierno. El regreso a casa es penoso porque "casa" es un cuarto en lindo departamento que comparto con una mujer insufrible. No puedo esperar para cambiarme, y la falta de tiempo, las limitaciones de dinero y mi necedad por vivir en esta colonia no me han permitido encontrar un buen lugar para vivir. Es decir, bueno, bonito y barato:
Y es que soy fresa y no quiero vivir en una pocilga
Y no quiero vivir lejos de mi trabajo para poder irme caminando y no engendrar várices de burócrata
Y quiero vivir sola
Y quiero empezar a vivir aquí, dejar de sentirme recién llegada, explorarla ciudad y sentir que me quiero quedar quieta al menos un rato. Un rato más largo.
Aquí no tengo estufa, así que no puedo cocinar y eso me molesta mucho. Creo que el cocinar me hace sentirme habitante de un lugar porque me hace buscar tiendas, pensar en ingredientes, en tiempos, en antojos que luego se vuelven parte de un tipo de rutina que para mi se traduce en "casa". En cambio, llevo tres semanas comprando jamón, queso y pan bimbo en Superama. En las noches como un kebab, tacos o sushi en mi cuarto mientras veo los Simpson y no puedo evitar sentirme culpable porque le estoy dando puras porquerías a mi cuerpo...
El problema es que no busco adaptarme a mi situación porque ya se va a terminar, y porque en dos semanas me tengo que ir de aquí, pero no puedo encontrar un lugar para vivir y eso me estresa, mucho.
Por lo pronto mis días son cortísimos y sin mucha esencia, pero aún con el estrés la desesperación creo que vendrán cosas buenas. Al menos ya no me jalo los pelos de la ociosidad.
Es raro encontrarme tan drásticamente sin tiempo y sin espacio, después de haberlos tenido y desperdiciado tanto en los últimos meses. Ahora estoy aquí, trabajando de 9 a 7, casi sin ver la luz del día metida en una oficina de gobierno. El regreso a casa es penoso porque "casa" es un cuarto en lindo departamento que comparto con una mujer insufrible. No puedo esperar para cambiarme, y la falta de tiempo, las limitaciones de dinero y mi necedad por vivir en esta colonia no me han permitido encontrar un buen lugar para vivir. Es decir, bueno, bonito y barato:
Y es que soy fresa y no quiero vivir en una pocilga
Y no quiero vivir lejos de mi trabajo para poder irme caminando y no engendrar várices de burócrata
Y quiero vivir sola
Y quiero empezar a vivir aquí, dejar de sentirme recién llegada, explorarla ciudad y sentir que me quiero quedar quieta al menos un rato. Un rato más largo.
Aquí no tengo estufa, así que no puedo cocinar y eso me molesta mucho. Creo que el cocinar me hace sentirme habitante de un lugar porque me hace buscar tiendas, pensar en ingredientes, en tiempos, en antojos que luego se vuelven parte de un tipo de rutina que para mi se traduce en "casa". En cambio, llevo tres semanas comprando jamón, queso y pan bimbo en Superama. En las noches como un kebab, tacos o sushi en mi cuarto mientras veo los Simpson y no puedo evitar sentirme culpable porque le estoy dando puras porquerías a mi cuerpo...
El problema es que no busco adaptarme a mi situación porque ya se va a terminar, y porque en dos semanas me tengo que ir de aquí, pero no puedo encontrar un lugar para vivir y eso me estresa, mucho.
Por lo pronto mis días son cortísimos y sin mucha esencia, pero aún con el estrés la desesperación creo que vendrán cosas buenas. Al menos ya no me jalo los pelos de la ociosidad.
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