Aquí entre nos
Es raro. En esta ciudad quiero hacer algo siempre, pero no siempre sé qué hacer, y no siempre encuentro gente con quién hacer algo. Hoy es sábado en la noche y yo estoy sola en un café tomando cerveza y escribiendo en este blog.
Y es porque mi vida aquí es frágil. Mi vida es frágil y yo soy frágil. Me di cuenta hace poco, aunque ya lo sabía. Sabía, claro, de la fragilidad de mi vida, sobre todo aquí, donde estoy de paso, con pocos amigos, alquilando un cuarto lleno de sol en la tarde. Y yo?, bueno, yo soy frágil y lo sospechaba, pero en estos meses me cayó encima toda mi debilidad. Está bien, supongo. Está bien que haya visto de tan cerca esa parte de mí. Sólo que me hace sufrir porque por alguna razón tiendo a recriminarme mis inseguridades constantemente... y vivo en una constante autoreproche: porque no sé qué hacer, porque siento que tengo que rendir cuentas a todo mundo, porque siento que no estoy haciendo lo que debería, pero si no lo hago es porque no sé qué es lo que debería hacer, y además... ¿por qué debería de hacer algo?
Y siempre está mi misma cantaleta: "eres como una adolescente"
Bueno. Tal vez lo soy: no hago la tarea, salgo y me emborracho, compro papas para comérmelas con limón y salsa mientras veo los simpson, tengo acné y tengo crushes con los meseros del café internet (y aún peor: me sonrojo cuando les pido una cerveza!)
Ahora miro a la pareja al lado de mí. Tienen las piernas entrelazadas abajo de la mesa y él le lanza a ella bolitas de servilleta. No hablan, y cuando hablan hablan portugués, incomprensible.
También hay un señor enfrente, está solo y sin computadora. Mira fijamente al salero que tiene enfrente. Quién sabe lo que le habrá hecho.
Yo escribo, y cuando pienso en lo que quiero decir apoyo la barba en mi mano derecha. Es una cosa que hago siempre, me lo han dicho. Y se nota porque es en el lado derecho de la cara donde tengo más granos. Bueno, no estoy llena de granos, es solo que últimamente me importa más mi cara que en otros momentos de mi vida.
Me he vuelto vanidosa, siempre lo había sido, pero ahora lo soy más, y hasta compro productos de belleza. Es caro ser vanidosa, me he dado cuenta.
Otra cosa que hago es caminar. Mucho.
Como no sé que hacer conmigo misma camino a todas partes, camino por horas, me siento en todos los parques, me pierdo, sudo y me canso porque hace calor, pero así al menos siento que soy parte de algo, de la ciudad. También me ayuda a pensar, a despejar mi cabeza de la niebla, mist, que no me deja ver qué es lo que sigue.
Pero qué sigue?
Ya.
Sigue lo que sigue, sigue lo que quiero, sigue lo que tengo y lo que soy, sigue mi adolescencia tardía y mis sábados solitarios, sigue buscarme un sentido y una rutina, lavarme la cara de noche y de día (la zapatería)
Magnolia dice algo importante: it's not going to stop 'till you wise up
Y es porque mi vida aquí es frágil. Mi vida es frágil y yo soy frágil. Me di cuenta hace poco, aunque ya lo sabía. Sabía, claro, de la fragilidad de mi vida, sobre todo aquí, donde estoy de paso, con pocos amigos, alquilando un cuarto lleno de sol en la tarde. Y yo?, bueno, yo soy frágil y lo sospechaba, pero en estos meses me cayó encima toda mi debilidad. Está bien, supongo. Está bien que haya visto de tan cerca esa parte de mí. Sólo que me hace sufrir porque por alguna razón tiendo a recriminarme mis inseguridades constantemente... y vivo en una constante autoreproche: porque no sé qué hacer, porque siento que tengo que rendir cuentas a todo mundo, porque siento que no estoy haciendo lo que debería, pero si no lo hago es porque no sé qué es lo que debería hacer, y además... ¿por qué debería de hacer algo?
Y siempre está mi misma cantaleta: "eres como una adolescente"
Bueno. Tal vez lo soy: no hago la tarea, salgo y me emborracho, compro papas para comérmelas con limón y salsa mientras veo los simpson, tengo acné y tengo crushes con los meseros del café internet (y aún peor: me sonrojo cuando les pido una cerveza!)
Ahora miro a la pareja al lado de mí. Tienen las piernas entrelazadas abajo de la mesa y él le lanza a ella bolitas de servilleta. No hablan, y cuando hablan hablan portugués, incomprensible.
También hay un señor enfrente, está solo y sin computadora. Mira fijamente al salero que tiene enfrente. Quién sabe lo que le habrá hecho.
Yo escribo, y cuando pienso en lo que quiero decir apoyo la barba en mi mano derecha. Es una cosa que hago siempre, me lo han dicho. Y se nota porque es en el lado derecho de la cara donde tengo más granos. Bueno, no estoy llena de granos, es solo que últimamente me importa más mi cara que en otros momentos de mi vida.
Me he vuelto vanidosa, siempre lo había sido, pero ahora lo soy más, y hasta compro productos de belleza. Es caro ser vanidosa, me he dado cuenta.
Otra cosa que hago es caminar. Mucho.
Como no sé que hacer conmigo misma camino a todas partes, camino por horas, me siento en todos los parques, me pierdo, sudo y me canso porque hace calor, pero así al menos siento que soy parte de algo, de la ciudad. También me ayuda a pensar, a despejar mi cabeza de la niebla, mist, que no me deja ver qué es lo que sigue.
Pero qué sigue?
Ya.
Sigue lo que sigue, sigue lo que quiero, sigue lo que tengo y lo que soy, sigue mi adolescencia tardía y mis sábados solitarios, sigue buscarme un sentido y una rutina, lavarme la cara de noche y de día (la zapatería)
Magnolia dice algo importante: it's not going to stop 'till you wise up
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chabyychavo