La lista de mis cosas

Parece que al llegar me salieron cataratas en los ojos; me tapé el pecho porque tenia frio y me puse unas orjeras porque no querìa oir nada; me asusté de verme sola frente a algo tan grande, tan desconocido. Al llegar también me calmé, porque antes de venir todo lo que sentìa era muy fuerte, muy intenso, pero después de un vuelo de 12 horas y un camino interminable a esta ciudad mis sentimientos se aplacaron, se enfriaron un poco, se alejaron de mì. Hoy por fin me atrevo a escribir. No querìa poner silencios; querìa escribir todas las maravillas y los olores nuevos que he descubierto, pero ya me cansé de esperar, de esperarme. Todo està pasando muy ràpido y necesito empezar a registrarlo no sòlo aquì, sino también en mi cabeza y en mi cuerpo. La yo de por acà es como el Robin Williams de "Deconstructing Harry", fuera de foco, y con los nuevoslentes un poco empañados. Hay una belleza general, enorme en todo esto que yo no he podido ver, o vivir, claramente. Mi mente anda en otras partes, como siempre; divirtiéndose pero sin detenerse a mirar las cosas por mucho tiempo.
Hoy me siento lejana, ajena a mì, como en un sueño lindo que se repite y se repite. A veces extraño, claro que extraño. Extraño los puestos de comida en cada esquina y la miscelaneas, los oxxos de toda la noche, el hablar en la lengua propia: cambiar cambiar el orden de las palabras, jugar con los sonidos, sustantivar los verbos y verbalizar los sutantivos; ver las peliculas en su idioma original y saber que el dinero alcanza para un poco màs.
Aquì vivo de una beca virtual que no llega nunca, como siempre pasta y me da miedo comprar pollo en el super. Me vuelvo loca porque no tengo dinero mientras la burocracia italiana se da sus tiros con su bienamada homònima mexicana.
Eso si, puedo cruzar la calle con la seguridad de que alguien me va a dar el paso sin mentarme la madre, tomar café rico en todas partes, ir a una universidad que està empotrada en una montaña, con vista a un bosque, con salones en un convento viejo, restaurado sin restaurar, sin muros rosa mexicano ni muebles rusticos, puedo caminar horas en una ciudad hermosisima, de callejones frios y paredes altas, puedo ir LP’s originales de los Beatles en un mercado que si no fuera por ese detalle serìa el de los Sapos, puedo comer la Auténtica Pizza, pero cortada con tijeras.
Al mismo tiempo està todo lo que puedo odiar. Odio ser extranjera, y no por el hecho de serlo, sino por no poder sentir màs esta ciudad, por no poder entenderla, porque es dificil salir del mundo limpio y aislado de la universidad, por no saber còmo funcionan las cosas, ni saber quién es quién, o qué comen y por qué hacen lo que hacen los bergamascos, los inmigrantes, los adolescentes que llenan los camiones de las 2 de la tarde. Odio el saber poco de todo, saber que me voy en unos meses, experimentar todo como por encimita, pasar, ver, oler de lejos, hablar un idioma a medias, rompiéndolo, mezclàndolo, no usandolo lo suficiente. Empezar a irme cuando apenas voy llegando y saber que cuando me vaya tengo que volver a empezar en otra parte lo que acabo de empezar aquì.
Odio el sentimiento de desarraigo, el no pertenecer a ningun lado, el tener todavìa algunas cosas en la maleta porque estoy segura que no las voy a usar.

Comentarios

Niña, en el mundo se está también de pasadita.
Yo, sin haber salido lo necesario de Xalapa/Hobbiton, sigo sin entender cómo funcionan las cosas.

Disfruta lo que te toque vivir. Es lo único que te va a tocar.

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