la feria de mi barrio



De repente soy bien patriotera. Y cursi . Y también un poco lugarcomunera y romántica.
Obviamente no soy onda televisa "celebremos méxico" y vámonos a la riviera maya, más bien me declaro fan de los puestos esquineros, los esquites y la gandalléz de los microbuseros, me encantan las manifestaciones de cañeros afuera de la SAGARPA y los rótulos de estética unisex.
La semana pasada me hizo feliz Cholula. San Andrés es líndisimo. A pesar de las moscas y el olor casi perenne a chiquero, San Andrés tiene un aire especial, de un pueblo que es inmune a la cercanía con Puebla, a la modernidad, a los antros y al ambiente udlesco. Yo no sabía, pero además de todo y chiquito como lo ven, está dividido en barrios: Santiago, San Juan, San Andrés y otros dos que no me acuerdo. El de casa de Androleja es Santiago, (creo que llega hasta el pulque.pa.2) tiene su iglesia, chiquita, casi réplica a escala de la del zócalo, (pero con columnas barrocas con un rollito de menos) dedicada a Santiago apóstol a quien le celebraron tarde el cumpleaños y tuvo su fiesta patronal este fin de semana. Fiesta-fiesta eso sí, feria barrial en todo su esplendor: 3 calles cerradas, juegos, pan tlaxcalteca que no puede faltar en todo pasillo festivo (con horno para pizza jaguayana y toda la cosa), esquites, chalupas, hot cakes, chanclas, pelonas, pulque y hartos, pero hartos borrachos; hasta pusieron un super mega escenario (en verdad era gigante) con bocinas estremecedoras para el bailongo del domingo en la noche: "todos para abajo tarantaaaa, todos para arriba tantantan" obviamente no faltaron los futbolitos y los puestos de discos piratas, con bocinas que competian con las del grupo, todo esto acompañado de pleitos callejeros y cuetes, cuetes y más cuetes.
Lo bonito de la feria barrial es que toda la gente echa desmadre, no solo van a la feria, también en las casas hay fiesta, hacen mole y ponen bocinotas, abren sus casas pa que la gente entre y le caiga a la comida, se emborrachan y también prenden cuetes. No se si es tanto la devoción al santito o de plano nomás el afán de tener una fiesta segura al año. Hay cosas que no entiendo porque no me tocó crecer en familia molera, pachanguera, devota o barriera (Barreda nomás) y eso que sí venimos de rancho. Tal vez por esto mi romántica afición a ver estas costumbres tan lejanas a mí. Precisamente hoy hay fiesta en mi barrio. No sabía que acá en la ciudad también se acostubraba a cerrar las calles (la diagonal y la 29 sur son bastante transitadas pero a la iglesia de los ángeles le importa un pepino), es una feria distinta, también tiene puestos y juegos, pero la gente no anda borracha (no hay pulquerías a la vista) y no se siente un ambiente tan desmadroso como en mi San Andrés querido (juar juar). De cualquier forma yo me siento ajena a estas cosas. Me gusta mucho verlas, pero cuando me doy mis vueltas me doy cuenta de que ahí es donde constrastan los muchos Méxicos que se dice que hay, el nuestro: urbano, individualista, de condominios o fraccionamientos (nunca barrios), con fiestas sólo de cumpleaños y sólo entre amigos, de civilización aséptica. El otro (uno de los otros) también urbano pero de microbús y mercado, con aire de pueblo importado a la ciudad, con fiestas a las que todo mundo está invitado y con mucha basura en la calle, mucha.
Es raro estar tan cerca de algo y sentirse en verdad tan lejos; mis vecinos de atrás sacaron una mesa al patio y están comiendo mole para celebrar a Nuestra Señora de los Ángeles, yo los veo desde el balcón, en el pequeño espacio que me dejaron para espiar después de que pusieron su rotoplas a pocos metros de distancia.
(La foto es la vista desde mi balcón.)

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