15. Ya sé
Es que vivir aquí es como Teziutlán en los días de feria.
Y eso sólo me vino a la mente después que hace rato recalenté unas garnachitas istmeñas que me dieron como itacate en la fiesta del viernes y todo empezó a oler como a casa de mi abuela en las noches, cuando nos hace de cenar lo que sea que se nos ocurra o que nos obligue a comer, para rematar con un café con leche y unas campechanas super crujientes.
Desde que llegué este pueblo me recuerda un poco a aquel otro. Es el frío, supongo, o la comida, o la sensación de calor familiar y el olor a casa de mi abuela; o encontrarse a gente en la calle entre semana buscando qué hacer, como cuando en Teziu subían todos a la feria y pasaban enfrente de mi casa. Es extraño, nunca pensé tanto en esas épocas y nunca las he extrañado realmente, pero ahora las recuerdo con una nostalgia rara, como si allá estuviera, aunque no esté, mi casa, o más bien mi hogar.
Y eso sólo me vino a la mente después que hace rato recalenté unas garnachitas istmeñas que me dieron como itacate en la fiesta del viernes y todo empezó a oler como a casa de mi abuela en las noches, cuando nos hace de cenar lo que sea que se nos ocurra o que nos obligue a comer, para rematar con un café con leche y unas campechanas super crujientes.
Desde que llegué este pueblo me recuerda un poco a aquel otro. Es el frío, supongo, o la comida, o la sensación de calor familiar y el olor a casa de mi abuela; o encontrarse a gente en la calle entre semana buscando qué hacer, como cuando en Teziu subían todos a la feria y pasaban enfrente de mi casa. Es extraño, nunca pensé tanto en esas épocas y nunca las he extrañado realmente, pero ahora las recuerdo con una nostalgia rara, como si allá estuviera, aunque no esté, mi casa, o más bien mi hogar.
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