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Al regresar la vi sentada ahí, en el restaurante sucio. Entré y como si nada me senté a su mesa. -Hace mucho tiempo que no te veía, dijo
No contesté nada, ahora era yo la que no hablaba. Había venido caminando por el camino de árbloers rojos y una y otra vez la había visto ahí, como esperando a alguien o a algo, ingenua, como siempre ingenua. Parecía que lo menos deseaba era que eso que esperaba llegara algún día. Se lo dije, y como siempre no me oyó.
Anabel es así, ignora la verdad por pereza a entenderla, prefiere quedarse ahí, con la vista nublada ante la taza de té de cebolla, recordande que una vez fue feliz.
-No te vayas- me dijo al fin -llévame contigo
Traté de explicarle que conmigo no llegaría a ninguna parte, pero aún así me siguió.
Quería ver los árboles rojos brillar con el sol y pisar las hojas secas aunque no hubiera una sola para ella, porque Anabel sabía que sus hojas había volado hace mucho tempo, dejándolahí sentada, en el restaurante sucio de siempre.

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