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La ventana a la calle

El clima de hoy me recuerda a las tardes en Teziutlán, cuando llovía y se quitaba, y hacia un poco de frio, pero no mucho. Y en las tardes todo era un poco tranquilo, la gente caminaba a hacer cosas, pero sin prisa. El olor de las rosas también me recuerda a Teziutlán, pero una época anterior. La primaria, el jardín de las monjas de la escuela. No me acuerdo del jardín y no me acuerdo de las rosas –es decir, no me acuerdo visualmente, pero cada vez que huelo una rosa me acuerdo de ese jardín y de esas rosas. Me pregunto por qué tengo ese recuerdo tan vago y a la vez tan definido. Me pregunto si es porque fue la primera vez que conocí ese olor. Y me pregunto por qué se me qued ó tan grabado, y por qué no me paso lo mismo con otros. Tal vez me gustaba mucho, pero de eso no me acuerdo. Me gusta asomarme a la ventana de mi nuevo departamento. Me gusta que la ventana dé a la calle. Me gusta ver pasar a la gente, ver llover. No lo había pensado hasta ahora, pero hacia mucho que no t

Diez años

 Quería escribir algo pero todo lo que siento ya lo escribí en un post de hace diez años que nunca publiqué. Es un post muy lúcido. Palabra por palabra. Todo lo que siento ahora lo sentía ya hace diez años y tal vez hace veinte o treinta. ¿En qué momento pasaron diez años en los que mi vida ha cambiado radicalmente y aun asi no logro sentir nada distinto? ¿En qué momento me convertí en este ser que no sabe cómo acumular conocimiento y experiencias de la vida? Vine aquí porque quisiera volver a tener la discplina de pensar y de escribir. A veces pienso cosas que me gustaría desarrollar, sólo porque el ejercicio de pensar y de extenderme en una idea o en un sentimiento es cada vez mas raro. Como si no tuviera el tiempo, la energía o la habilidad para hacerlo. Como si fuera incapaz de comunicarme con lo que tengo adentro, que está fragmentado y que a veces me estorba porque me paraliza y no me permite disfrutar nada. Entonces veo dos ideas que se contradicen: por un lado pensar las cosas

Un esfuerzo

 No pretendo nada. No quiero pretender nada reviviendo este espacio. Quiero tenerlo como antes lo tenía, quiero usarlo, saber que existe y que todavía puedo existir en él, quiero volver a él cuando lo necesite. O más bien quiero volver a necesitarlo, volver a querer escribir lo que siento y lo que me pasa para que no se me quede atorado o para que no se me olvide. Nunca me fui del todo. Me gusta venir a leer lo que escribía antes y pensar en lo que pensaba cuando lo  escribía. Es extraño como puedo acordarme exactamente de lo que estaba pensando o sintiendo cuando escribía algunos de estos posts, acordarme del escritorio donde estaba sentada y a veces incluso la música que estaba escuchando. Supongo que es una de las ventajas (la única?) de estar obsesionada conmigo misma y con mi autorrelato. A veces me sorprendo de lo bien que describía lo que me pasaba , y luego pienso que no, que quizá no es que esté bien descrito, sino que más bien soy mi propio público... y supongo que a final de

90 días

Este blog se subtitula "o cómo vivir el melodrama en la década de los treinta". Y esta década está a 90 días de terminarse. Es un tagline que tendré que cambiar, así como lo cambié hace diez años, aunque hoy ni siquiera me acuerde de cómo era antes, cuando escribía desde mis veintitantos y el blog era verde. Hay gente que marca estas fechas importantes (los 40 son importantes) (creo) con listas de cosas que han aprendido, de logros, de alegrías... yo no sé si tengo logros o si he aprendido algo más que a no guardar los jitomates en el refri y a que no se me echen a perder las lechugas. Antes tal vez lo hubiera hecho -lo de la lista- era más grandilocuente y me relataba a mí misma todo el tiempo. Pero antes no tenía la edad que tengo, ni las vergüenzas que he acumulado, ni el óxido a la hora de escribir. Pero sí hay cosas que puedo listar, sólo por no dejar de intentarlo: mucha cocina cotidiana, muchos trabajos diferentes, muchas angustias autoinflingidas, muchos autoregaños

Good Vibrations

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Empecé mi Larga Caminata contando mis pasos. No sabía en lo que me había metido, no tenía ninguna idea de a dónde iba ni por qué. "El camino de Santiago" en mi mente era un camino rural, boscoso pero no mucho, largo y plano, donde me encontraría a mi misma después de largas horas de caminata y reflexión. Muy pronto me di cuenta de que el camino que elegí era menos plano de lo que había imaginado y de que mi disfraz de Dora la exploradora estaba más que justificado. El reto físico que implicaba se manifestó rápidamente y yo por alguna razón contaba mis pasos, quizá para automatizar mi caminar, no lo sé. Un par de días después, no sé en qué momento, cambié el conteo automático por Good Vibrations , la cación de los Beach Boys cuya primera estrofa fue mi earworm semanal. Aclaro: no es una canción que escuche mucho o que me guste particularmente - de hecho sólo me gusta la primera parte y detesto el cambio brusco de cuando empieza el coro. Las profundas reflexiones sobre mi
Yo no sé tener miedo en París. Es decir, he tenido mucho miedo en París, pero ese miedo no cuenta, porque es de ese  que sólo tiene que ver conmigo misma. El otro, el miedo al exterior o a los otros, nunca lo he sentido aquí. Aquí me siento segura y libre: voy a donde quiero y a todas partes puedo llegar sin problemas. No me importa perderme porque tengo la seguridad de que siempre habrá un transporte que me lleve y si tengo que caminar no me preocupo porque sé que habrá banquetas, semáforos, iluminación, y gente, siempre más gente caminando y yendo a algún lugar. Nadie me mira, nadie me “chulea”, nadie me sigue para asaltarme o hacerme algo. Y si lo hacen… si me hicieran algo, siento que podría  acercarme a la policía y levantar una denuncia, y siento que algo pasaría, que habría una respuesta, que me sentiría protegida. No sé si la realidad sea tan ideal como la imagino, seguramente no lo es porque hablo desde mi lugar privilegiado y mi suerte por no haber tenido ningu

Me acordaré de París

De París recordaré que siempre estoy enferma. De gripa, de alergia, de espalda que duele. De estómago inquieto. También que siempre tengo culpa. Por desperdiciarlo. Por ver días completos pasar sin querer salir a verlo. Que es bonito. Muy bonito. Que muchas veces siento que debería aprovecharlo más y que no sé cómo. También me acordaré de que no lo entiendo. Que no entiendo su dinámica. Que no le pertenezco, que no me pertenece. Y también que mi propia rutina en él es torpe. Cansada. Que parece que siempre es solo una transición a otra cosa. Recordaré que me falta espacio para guardar mis cosas y para moverme. Que un cumpleaños amanecí llorando y otro me sentía mejor. Que pasé de caminar mucho, y enojada, a caminar menos, pero más tranquila. Que no estoy sola. Que aprendí a no estar sola. Me acordaré, creo, de que me siento ajena, diferente. De que no quise, al menos por un tiempo, conocer a su gente. Que no me interesaban. Que no los entiendo y no quería entenderlos.